Historia


Pincha en el mapa para abrirlo a tamaño completo.

Un terrible mal asola el reino costero de Wa K'an, gobernado por el señor sensei Lo-mai Ba, un líder severo aunque justo. En la corte se rumorea la palabra "lung" (dragón), y Ba envía a uno de sus mensajeros de confianza, Soshuro Kaigen, a pedir ayuda. Soshuro lleva varios años en la corte; hijo a su vez de cortesanos, ha estado al servicio de Ba durante toda su vida, y ha desarrollado multitud de papeles a las órdenes de su señor: espía, mensajero, embajador... Ahora, las órdenes de este voluminoso pícaro son llegar por barco al territorio de Fouchu, en la isla de Wa del archipiélago de Kozakura.

En el reino de Fouchu gobierna el daimio Koto Asunje, antiguo compañero de correrías del propio Lo-mai Ba. El destino unió a estos dos nobles guerreros cuando aún eran unos mozalbetes que buscaban fortuna y gloria como espadas de alquiler y mercenarios. Forjaron una férrea amistad que no ha disminuido lo más mínimo con el paso de los años y la distancia que los separa. Ahora, con un reino bajo su poder cada uno, ha llegado el momento de renovar viejas amistades y pedir algún favor que otro. Lo-mai Ba no duda en solicitar ayuda del samurai que fue su camarada de armas.

Así, envía a Soshuro a la corte de Asunje con una carta sellada y lacrada y un anillo con su sello personal para que se le conceda audiencia inmediata. Tras algunos días de viaje por mar, el pícaro llega a la corte de Fouchu y se entrevista con el daimio, a quien le entrega la carta de su viejo amigo. Sin dudar un instante, Asunje hace llamar a uno de sus adalides más valiosos, un prometedor samurai que le ha dado muchas alegrías y victorias en el pasado. Así se presenta Chang Wo ante el voluminoso pícaro de Shou Lung, con órdenes de su señor de acompañarlo de vuelta al continente para terminar con la amenaza que se cierne sobre el reino de su amigo Lo-mai Ba. El honor del samurai, y la amistad de ambos señores feudales, depende del filo de su katana.

Ambos se vuelven a embarcar con presteza para regresar al contienente cuanto antes y cumplir su misión. Durante el viaje de regreso, el samurai comienza a tener algunos sueños inquientantes. En ellos ve a un hombre alto y delgado, con el rostro cubierto en parte por un amplio sombrero de arrocero que sólo deja ver una boca seria y largos cabellos blancos. El extraño está rodeado por truenos y relámpagos, y cuando levanta la vista para mirarlo a la cara, el samurai puede ver que sus ojos son totalmente plateados. Tras algunos días de viaje, acompañadas por sus respectivas noches de inquietantes sueños, ponen pie en el puerto comercial de Lo Shan, al oeste de Hsiang, la capital de Wa K'an. Allí deciden pasar la noche antes de encaminarse hacia la corte del gobernador local para informar del resultado de la misión de Soshuro y enterarse si hay alguna novedad respecto al terror de los pantanos. Sin embargo, mientras ambos están cenando en una casa de té local, entra en el establecimiento un nuevo cliente.

Chang Wo deja caer sus palillos y se queda mirando con estupor al recién llegado. Es un hombre alto, tocado con un sombrero arrocero y cubierto por una amplia túnica blanca. Su largo cabello también es blanco, lleva una poderosa naginata en sus manos y, cuando gira su cabeza para contemplar a la clientela presente, el samurai comprueba que sus ojos son plateados. Levantándose sin temor, se pone ante el recién llegado y le dice: "Creo que es a mí a quien buscas". Con un simple asentimiento de cabeza el sohei Lei Tsu acompaña al samurai de vuelta a su mesa, donde Soshuro sigue devorando chop-suei y arroz blanco. Allí Lei Tsu explica su historia.

Nacido con sangre celestial en sus venas, este aasimar lleva su vida recibiendo extrañas visiones al parecer procedentes de la propia Burocracia celestial. Muchas de ellas escapan a su entendimiento o control, pero hay algunas que tienen un tinte de urgencia y realidad que lo perturba. Una de esas visiones comenzó a presentársele en sueños hace unas semanas. Veía a un valiente samurai y a su fornido acompañante enfrentarse a un mal sin forma, una sombra húmeda y negra que se les echaba encima, matándolos de forma horrible. No conocía a niguna de las dos personas, así que en principio intentó pasar por alto la experiencia y seguir cumpliendo su misión como vigilante del templo de Chu-si, en el que vivía. Sin embargo, con el paso de los días la visión se hizo más intensa y recurrente. Los primeros días apenas podía ver la forma concreta de la amenaza que acababa con los guerreros, pero sí podía ver bien los rostros de estos. Sin embargo, a medida que pasaban los días sin hacer nada, en la visión la amenaza se volvía más clara y nítida, adoptando la forma de un tun-mi lung (un dragón tifón) y los rostros de los guerreros se desvanecían hasta quedar irreconocibles por las heridas y el olvido. Convencido ahora de que este hecho era un claro signo de que estaba perdiendo el tiempo, y que debía hacer algo antes de que fuese demasiado tarde, se despidió de la congregación de monjes que lo había acogido de pequeño y se dispuso a recorrer la costa en busca de las personas de su sueño, aún sin tener casi ninguna esperanza de encontrarlas en tan vasto territorio.

Una fuerte tormenta lo obligó a detenerse en Lo Shan, una parada no prevista de su viaje. Mientras buscaba cobijo en algún lugar que sirviese sopa y comida caliente, entró en el mismo establecimiento en el que cenaban Soshuro y Chang Wo. Ahora Lei Tsu no tiene ninguna duda de que los poderes celestiales le han predestinado para advertirles del terrible peligro que corren si van a enfrentarse directamente con su némesis, el dragón tifón. Sin quedar del todo convencidos por su historia, los tres viajeros pasan la noche en aquel local y acuerdan decidir sus próximos pasos con las luces del alba.

Esa noche Lei Tsu sueña con un camino luminoso que cruza un bosque y se interna en unas montañas, donde destacan tres picos gemelos. Al amanecer les indica el cambio que han sufrido sus visiones a sus dos nuevos amigos, lo cual lo refuerza en su convicción de que al advertirlos del peligro ha cumplido parte de su misión para con los dioses. El pícaro Shosuro indica que conoce un bosque con unas montañas que se ajustan a la descripción del sohei, pero estas están hacia el suroeste, justo en dirección contraria a Hsiang y su misión. El samurai Chang Wo no se deja convencer con facilidad: abandonar así su misión podría llevar el deshonor no sólo a su nombre, sino también al de su señor si alguien cree que ha abandonado a su amigo. No sin dificultad, el sohei y el pícaro logran convencer al noble guerrero de que les acompañe hacia las montañas, un viaje que podrá retrasarlos como mucho unos pocos días.

Así salen los tres compañeros de Lo Shan, rumbo al suroeste y a un cúmulo de aventuras épicas que culminarán en el momento que se encuentren cara a cara con su destino de héroes. Porque lo que Lei Tsu no ha contado a sus compañeros es lo que más turba sus pensamientos: sobre el bosque de su visión aparece el rostro de un niño al que le han arrancado el ojo izquierdo, y de cuya cuenca vacía mana sangre en abundancia.