Del diario de Lia:

Gracias a las indicaciones de la maga y su marido, supimos que nos encontrábamos en las colinas al norte de Trijabal. El clérigo maloso que nos acompaña nos dijo que un poco hacia el norte se encontraba un puesto avanzado de los de su orden, al que podríamos ir para intentar encontrar algo de información útil en nuestra misión.

De todas formas, decidimos primero acercarnos a Trijabal para conseguir equipo y provisiones. Llegamos a la ciudad de noche, y elegimos para quedarnos la posada de la Rana congelada, un bullicioso lugar con bardos que cantan y cuentan relatos (situación que aprovechó mi protector Ilindril para intentar colar algunas de sus fantasiosas historias, que no fueron muy bien recibidas).

Al día siguiente, mientras mi emperifollado compañero elfo pasaba la mañana bañándose, enviando su ropa a limpiar e intentado ligarse al joven camarero del lugar (cuando regresamos a la posada, algunos parroquianos nos hablaron de extraños gritos que surgían de su habitación que decían más o menos "¡Ostias, pero si eres un tío! ¡Aparta, ajqueroso! ¡No me vas a meter eso por ningún sitio!" y poco después, otros que decían "Sigue así, potro mío") el enano Mert, Shaek, el clérigo y yo nos fuimos de compras. Ante el abusivo precio de los caballos, y fallada mi proposición de comprar un carro, decidimos aprovisionarnos de armas, muchas armas. Mientras esperábamos a que me fabricasen por encargo unas shurikens sencillas para reemplazar a las que había perdido, acompañamos al enano a un ultramarino donde compré cuerda y una túnica de monje nueva. Tras terminar nuestras compras y salir a la calle, fuimos emboscados por dos magos no demasiado peligrosos que casi nos dan p'al pelo. Desde un tejado cercano comenzaron a lanzarnos proyectiles mágicos y otros conjuros. Logré trepar hasta el tejado con gran agilidad, e intenté empujar a uno de ellos a la calle para que mis compañeros diesen cuenta de él en cuerpo a cuerpo, pero era más resistente de lo que pensaba y no logré moverlo. Mientras tanto, Mert arrojó dos de sus hachas contra el otro, dejándolo malherido. El pícaro nos cubría con su ballesta y el clérigo contrarrestaba su magia con la suya, para después invocar una espada mágica con la que atacarlos.

Por desgracia, el mago que estaba conmigo logró hechizarme y robarme el control de mis actos para que atacase a mis compañeros. Volví a bajar a la calle y cargué contra el clérigo, al que no hice mucho daño (porque en mi interior me resistía a atacar a los míos, y porque tuve una suerte de mierda que baje Tymora y la vea). Sin embargo él no tuvo tantos miramientos, y me arreó dos guantazos con su maza sacrílega que todavía me duelen. (Nota mental: en cuanto se despiste, coger la maza con unas pinzas de dos metros y tirarla al fondo del pantano más hediondo que encuentre).

Tras dejarme inconsciente, y a pesar de la telaraña invocada por los magos malosos, el clérigo convocó a un murciélago terrible para luchar contra los magos (que se habían vuelto invisibles tras hechizarme, lo cual estaba provocando que el pícaro y el enano perdiesen munición y armas intentado acertarles a ciegas). Gracias a su sentido de vista ciega, y a la maza mágica del clérigo (una vez más, nuestra supernena particular que nos salvó el día), pudimos derrotar a los dos asaltantes, que el clérigo reconoció como pertenecientes a su misma orden.

Decididos a abandonar la ciudad cuanto antes, nos dirigimos al norte, no sin antes recibir el aviso de un guardia de que por aquella zona se rumoreaba que habitaba una hidra que ya había dejado fuera de combate a dos grupos aventureros.

No tardamos mucho en dar con ella. En la segunda noche que pasamos al raso, el enano escuchó ruidos extraños en su guardia y, tras despertarnos, fue a investigar. El engendro cargó contra nosotros, pero gracias a su tamaño no tuvimos problema en rodearlo y flanquearlo. Sus cabezas fueron cayendo una a una, mientras la castigábamos desde todos los flancos. Sólo el enano sufrió un par de mordiscos graves del ser, pero con gran agilidad atravesé la zona amenazada por la hidra para ir a llevarle la poción de curación que nos había entregado la maga de las colinas.

Una vez terminada la amenaza, seguimos su rastro hasta su guarida, que saqueamos a conciencia antes de seguir camino norte hacia el puesto avanzado.